Hace unos días, @Raven_neo lanzó la siguiente pregunta en Twitter:
Un organismo no puede ser “parásito” de otro de la misma especie (por definición), ¿no? Pregunta seria.
— J.J. Gallego ☢ (@Raven_neo) enero 10, 2014
Se inició un interesante debate. En mi intervención yo escribí lo que sigue:
@Raven_neo el parasitismo está considerado como un tipo de "simbiosis" y por definición, simbiosis implica dos especies distintas.
— Manuel Sánchez (@ManoloSanchezA) enero 10, 2014
Pues bien, después de leer este artículo de Carl Zimmer me temo que voy a tener que replantearme mi respuesta (*). La historia me ha hecho recordar la secuencia de la película "La cosa" (John Carpenter, 1981) con la que ilustro el comienzo de este comentario. Hace 200 años un veterinario llamado Delabere Pritchett Blaine describió en su libro A Domestic Treatise on the Diseases of Horses and Dogs un tipo de cáncer que aparecía en los órganos sexuales caninos y que producía "úlceras acompañadas de excrecencias similares a un hongo" (an ulcerous state, accompanied with a fungous excrescence). Los tumores recordaban a pequeños brotes de coliflor y tendían a sangrar. Algunos perros morían debido al tumor. Pero en otros el tumor remitía y desaparecía. En 1871 el veterinario ruso M.A. Novinsky demostró que dicho tumor era infeccioso. Corto un trozo y lo frotó en los genitales de un perro sano. Al poco tiempo se había desarrollado un tumor. De esa forma pudo determinarse que la forma de transmisión era por contacto sexual, y por eso se le conoce por Tumor Venéreo Transmisible Canino (o CTVT por sus siglas en inglés). Este tipo de tumor está presente en los cinco continentes.
Lo primero que se pensó es que debía ser algún tipo de virus oncogénico el causante último de los tumores. Las células tumorales del donante vivirían lo suficiente en el receptor como para infectar los tejidos. Pero al comenzar a analizar el ADN de los tumores comenzaron a aparecer las sorpresas. En el año 2006 se demostró que el agente etiológico del tumor eran las células cancerosas. No había ningún virus o similar. Ahora, un nuevo estudio aparecido en la revista Science ha aclarado mucho más las cosas.
El equipo de la Universidad de Cambridge ha secuenciado el genoma completo de dos líneas de CTVT: una provenía de un perro australiano y el otro de un cocker spaniel brasileño. Cuando compararon ambos genomas se encontraron que ambas líneas eran muy similares y presentaban en común dos millones de mutaciones que no estaban presentes en el genoma de una célula normal de perro. Ese resultado lo que indicaba es que ambas líneas tumorales tienen un ancestro común. Además, esas mutaciones permitieron a Elizabeth Murchison y sus colaboradores establecer un reloj molecular para poder estimar cuando apareció dicho tumor. Cuando una célula tumoral se multiplica su DNA muta con una frecuencia bastante regular, así que los dos millones de mutaciones parecen indicar que el tumor se inició hace 11.000 años, justo al final de la Edad de Hielo.
¿Y qué tipo de perro había en la Edad de Hielo? pues por el genoma de las células tumorales todo indica a que era un huskie o un malamut de Alaska, uno de los linajes más antiguos de perros domésticos. Los investigadores especulan con que hace 11.000 años una célula inmune de un perro (o una perra, eso no se sabe aún) se transformó en cancerosa y creció en los genitales del animal acumulando unos cuantos cientos de miles de mutaciones. Cuando el perro se apareó, el tumor sangró y algunas de las células acabaron en los genitales de su compañera. Lo normal es que las células del sistema inmune del perro infectado hubieran destruido a las tumorales al considerarlas "extrañas". Pero eso no ocurrió. Se piensa que fue debido a que el grupo de perros era muy pequeño y seguramente todos los miembros debían de estar emparentados. Por ello el sistema inmune no las reconoció como "extrañas" y esas células acabaron creciendo en su nuevo hospedador. Poco a poco el tumor se fue extendiendo a los otros perros. Pero el tumor no dejó de evolucionar y mutar, volviéndose cada vez más eficiente en su nueva función de parásito. Por ejemplo esquivando el sistema inmune de perros de otras razas o robando las mitocondrias de los tejidos que infecta. También se piensa que quizás se volvió menos virulento para así permitir una mejor transmisión al aumentar la vida media del portador.
Las mutaciones también han servido al equipo de Murchinson para saber cuando vivió el ancestro común de las dos líneas de CTVT analizadas. En este caso lo único que tenían que hacer era mirar cuáles eran las mutaciones exclusivas de cada tumor. Y así han llegado a la conclusión de que el antepasado vivió hace 460 años, en pleno siglo XVI. Una época en que precisamente se realizaron los grandes viajes de exploración y colonización alrededor del mundo.
Este no el único caso de tumor infeccioso. En 1980 apareció el llamado Tumor Facial del Demonio de Tasmania. Es un tipo de tumor que se transmite entre esos marsupiales cuando pelean entre sí. Al igual que el CTVT, apareció en un grupo pequeño y muy consanguineo. Pero una vez establecido se ha ido transmitiendo a un mayor número de animales. Lo malo es que el tumor facial es un muy agresivo y el animal muere en poco tiempo. Es tan agresivo que se teme que puede acabar con toda la especie del demonio de Tasmania en un par de generaciones, a menos que ocurra algo similar al CTVT y se vuelva menos virulento.
(*)Ya me la he replanteado y no la cambio. Un tumor no es un perro y en el improbable caso que al CTVT se le reconozca el estatus de especie, entonces estaríamos en la situación de partida (dos especies distintas).
Esta entrada participa en el XXVIII carnaval de la Biología alojado en el blog "Vida y Estrellas"
Parker HG, & Ostrander EA (2014). Cancer. Hiding in plain view--an ancient dog in the modern world. Science (New York, N.Y.), 343 (6169), 376-8 PMID: 24458629
Murchison EP, Wedge DC, Alexandrov LB, Fu B, Martincorena I, Ning Z, Tubio JM, Werner EI, Allen J, De Nardi AB, Donelan EM, Marino G, Fassati A, Campbell PJ, Yang F, Burt A, Weiss RA, & Stratton MR (2014). Transmissable dog cancer genome reveals the origin and history of an ancient cell lineage. Science (New York, N.Y.), 343 (6169), 437-40 PMID: 24458646