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domingo, 19 de octubre de 2025

La hipótesis del mono borracho o cómo estar algo achispados nos permitió ser más sociales

 



Una de las modas cinematográficas de los años 70 fueron las «películas de Kung Fu». A la sombra del éxito de Bruce Lee nacieron otras producciones, como la exitosa serie de televisión Kung Fu, donde David Carradine daba vida al «pequeño saltamontes»”, un monje shaolin que viajaba por el salvaje Oeste desfaciendo entuertos. Otro de los actores que comenzó su carrera fue Jackie Chan, que se especializó en hacer «comedias kung-fu», caracterizadas porque las peleas y acrobacias siempre tienen un lado cómico. Una de las primeras fue El mono borracho en el ojo del tigre, titulada así porque Jackie Chan debe aprender un estilo de lucha en el que los movimientos simulan a los que realiza un mono borracho. Gracias a ese extravagante estilo consigue vencer a los malos y llevarse a la chica.


El caso es que un reciente artículo me ha hecho recordar el título de esa película. Y es que resulta que «el mono borracho» es una interesante hipótesis evolutiva que intenta explicar el surgimiento de las interacciones sociales entre los simios. La hipótesis fue propuesta en el año 2000 por Robert Dudley y postula que la atracción humana hacia el etanol se deriva de que nuestros ancestros primates se pirraban por consumir fruta madura y fermentada. De hecho, a los chimpancés y a otros simios todavía les sigue gustando mucho. Se ha descrito que los chimpancés toman unos 4,5 kilos de fruta fermentada al día, lo que equivale a un consumo de alcohol de un tercio de cerveza. El que un alimento tenga algo de alcohol supone alguna ventaja, ya que esa sustancia elimina ciertas bacterias patógenas. También tiene una serie de desventajas, ya que es un tóxico que afecta a las neuronas. Así que esta exposición crónica al alcohol favoreció la aparición de diversas adaptaciones fisiológicas para evitar los efectos indeseables, como por ejemplo que la Alcohol Deshidrogenasa de tipo 4 apareciera en nuestros ancestros de hace unos 10 millones de años.


Artículo completo publicado en la revista Ars Creatio. Clickea en el nombre de la revista para continuar leyendo.